El Cuento del Lobo

Tal y como sucedió con la epidemia del SARS o la gripe aviar, esta pandemia del Covid-19 se originó en China y se expandió posteriormente al resto del mundo. Las alarmas saltaron de la misma manera, retrasos, ocultamiento oscurantismo y negación. Sin embargo y pese a la enorme diferencia en número de víctimas e infectados, paradójicamente, hicimos mucho más caso al SARS o a la gripe aviar que al Covid-19; no hay más que ver la cantidad de chistes, risas, burlas y cachondeo generalizado en los primeros días de crisis allá por febrero.

Cuando la Organización Mundial de la Salud tomó consciencia de la magnitud del fenómeno, muchas voces se alzaron alegando que el alarmismo sólo obedecía a intereses comerciales en concreto de las grandes multinacionales del medicamento. Incluso después de que la OMS diera la voz de alarma y alertara a los gobiernos de las consecuencias de no tomar medidas a tiempo, hubo países, como España, que no la tomaron en serio.

Y es que en el caso del SARS, en 2003, al final no llegó la sangre al río y la epidemia se saldó con una mortalidad del 13%, 8.000 infectados y 800 muertos. Poco después, en 2005, la historia se repitió y, aunque millones de aves fueron sacrificadas, al final se cobró la vida de poco más de 250 personas y hubo 420 afectados.

Ni siquiera el Ébola, tan temido por todos, supuso una gran amenaza y se quedó en una anécdota prácticamente. EEspaña los contagios no pasaron de una enfermera y su perro, el famoso ya Excalibur.

En esta situación, la tragedia estaba servida. Esta serie de acontecimientos nos vacunó, no contra ningún virus, sino contra el buen juicio. Y fue entonces cuando llegó el Covid-19. Si bien es seguro que las autoridades Chinas ocultaron datos, menospreciaron la enfermedad y desinformaron o malinformaron a la OMS, lo cierto es que el mundo ya no iba a tolerar otra falsa alarma. El problema es que en este caso la alarma no era tan falsa.

Lo advirtió Cavadas, pero nadie le prestó demasiada atención. Y esta vez el lobo sí nos acechaba y cuando ese lobo empezó a hacer estragos, ya era demasiado tarde.

Es muy posible que a partir de ahora nos tomemos las advertencias de la OMS algo más en serio y es deseable, aunque no creo que posible, que a países que oculten datos y no sean escrupulosamente transparentes se les multe como corresponde.

La tragedia de esta pandemia es que, por desgracia, esto no ha sido un cuento y ya no hay nada que hacer.