Con las nuevas medidas decretadas por el gobierno, ha comenzado el desconfinamiento. Con él, y sin haber entrado claramente en remisión, la pandemia puede cobrar de nuevo virulencia, quien sabe si la misma que al inicio.

Muchos hablan del papel del gobierno y su inconsciente llamamiento a las manifestaciones masivas como causante de la que es probablemente la peor gestión de la pandemia del planeta. Otros culpan ahora a las medidas excesivamente conservadoras a la hora de relajar este confinamiento. Lo que tienen todos en común es que todos se quejan. El español tiene una tendencia patológica a quejarse de su país, de sus conciudadanos, de sus vecinos, de los otros. Sin embargo no somos muy dados a realizar un sano ejercicio de reflexión y autocrítica.

Llegan ahora imágenes desde toda España de lo que en la práctica está siendo el desconfinamiento:

  • Niños jugando al fútbol en los parques, sin mascarillas.
  • Familias y amigos paseando a menos de dos metros sin guardar la distancia pertinente.
  • Gente por las calles como si no hubiera pasado nada y ya no solo paseando al perro.
  • Bicis por aquí y por allá, patines y patinetes, pero nadie con mascarilla.

Esto es el desconfinamiento en la práctica y somos nosotros, los mismos que salimos sin protección ninguna, los que, al llegar a casa arrancamos nuestro móvil para criticar a unos y otros, al gobierno y su ineptitud, a la oposición y su falta de sentido de estado. El caso es, como siempre criticar a otros para no asumir nuestras responsabilidades.

El desconfinamiento va a ser, probablemente otro desastre y esta vez, ni la oposición, ni el gobierno serán los responsables, lo seremos todos, nuestra falta de civismo, nuestra falta de empatía con los que aún tienen que seguir enclaustrados porque no pueden hacer vida normal mientras nos ven pasear alegremente por las calles y propagar un virus que piensan aterrados que podrían contraer pronto si todo sigue igual, si nos seguimos comportando del mismo modo, si seguimos siendo tan egoístas, si seguimos solo pensando en nosotros, en nuestra familia, en nuestro ombligo, pero nunca en el prójimo, llamémosle España.


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